La forma de la ciudad es la de una estrella desparramada entre los cerros
de día su vida es obscura, no brilla solo vibra
durante el día se empeñaba en crecer, en expandirse, en estirarse.
La forma de la cuidad es igual a la del chicle pegado debajo del asiento de un autobús,
hace falta tomarla (si esto fuera posible, claro) y empezar a calentarla un poquito con las manos
entonces la ciudad empezará a amoldarse a cobrar la vida que le dan
los autos,
los gritos,
los sudores,
las bacterias del odio y del deseo que nos pasamos de mano en mano todos los días.
Esta ciudad-chicle casi palpita en nuestras manos
al dejar de frotarla y observarla con obsesión
casi podrás ver al niño saliendo de la escuela
al ladrón durmiendo (en Guate casi nunca duermen)
a la madre pariendo
a la colegiala subiéndose el dobladillo de la falda
al puberto, rey de las erecciones
a la abuela que muere sola
al hombre rudo que llora.
Ten cuidado que la ciudad se expande,
estaba en el centro de tu mano y ahora crece, casi llega al meñique y el anular;
el pulgar y el medio no están aun en los planes de urbanización del azar
y el índice?, ¿Qué con él? Nadie lo sabe, tal vez ni siquiera el tiempo
Cuando empieza a caer la tarde no te sorprendas, las luces son normales, las necesitan todos
el ropavejero que busca refugio, no del frío sino de la realidad
la puta del cerrito que recién despierta a este mundo con las piernas cerradas, aun…
la criada que va por el pan de la cena, del Amo.
Las luces no imitan al día, esto es un concepto burdo
solo hacen intrigante-interesante- atrevida a la noche.
No escondas la mano en el bolsillo, la ciudad se te pegará en la ropa
piensa mejor que es una estrella que has aplastado con la mano,
aprovecha para acariciar con ella a tu amada,
la dejarás hecha un cataclismo de calles y avenidas, pero en ella avanzará tu deseo
allí correrán tus dedos y fluirán tus besos.
El frio de la noche no detendrá el crecimiento de la ciudad,
no te preocupes, siempre se mantiene caliente, viva, latiente.
Mil cosas suceden en la noche, mil fricciones y pasiones y odios y destierros y alumbramientos y a veces también amores:
Está el calor de las cenas en familia,
Está el de las discusiones de los esposos y el fulgor de los amantes
Todo esto en tu mano,
en un chicle radioactivo,
en una estrella desparramada entre los cerros.