martes, marzo 15, 2011

Renglón corto / Línea de tiempo / línea de vida

Un nacimiento, y la muerte rondando cerca pero lejos. Laura terminaba el milagro de los 9 meses que daban forma a una persona largamente anticipada. Sus facciones aunque prematuras -inexactas, ya eran de este mundo por completo. Diez dedos en las superiores, diez en las inferiores, cinco dedos en cada mano, cinco en cada pie, un nombre y el calor primario de ese cuerpo que se aferra con cinco dedos y uñas al dedo de su madre, reconociendo su olor y su temperatura, ahora desde afuera. El cómputo de sus días daba inicio con nombre de hora y apellido de minutos y segundos; una línea de tiempo que recién empezaba a tenderse sobre la constante lógica de la existencia, cambiando siempre, progresivamente, pero sin repetirse.

La muerte rondando cerca, pero lejos. Una línea que empieza a tenderse con una explosión, encarrilada sobre sus propio eje, veloz, para incrustarse, hundirse, perderse en un cuerpo que resiste y consciente se defiende y se desploma asustado y con menos fuerza. Miedo olor pólvora. La línea de vida que amenaza con perderse, súbitamente, tal como inició. Los socorros que llegan y las noticias que vuelan. Laura, doctora, ventipico, recientemente madre, hija, hermana, esposa estaba a punto de perder una de sus condiciones de circunstancia. Siente como los dos extremos, los dos puntos de la línea, el principio y el final; el gozo de la felicidad y el terror del miedo, doblarse sobre ella, sobre su cabeza. Sentía que el tiempo, en si mismo, la línea gruesa que sentía a dos palmos sobre su cabeza, empezaba a doblarse, a buscarse a sí misma. Los extremos descendían sobre ella, como si el inicio y el culmen, quisieran verse directo a las caras, directo a los ojos, en una concatenación infinita de falsos espejos rotos.

Solo la cabeza de Laura estorbaba en su camino. Ella temía que si los dos extremos llegaran a juntarse, cerrando el lazo en algún punto cercano al hipotálamo, digamos, devendría el caos del tiempo deshilvanado, del después sin un antes y viceversa. En fin, en una de las tantas denominaciones de la locura.